La sombra de Eli. Thelma y el nuevo cine nórdico.

LA SOMBRA DE ELI. THELMA Y EL NUEVO CINE NÓRDICO.

Eli, pese a que su partida de nacimiento la sitúe muchas décadas atrás, siempre será una adolescente; con las inseguridades, dudas y falta de autonomía propias de una edad que, salvo que medie el sol o la estaca, mantendrá sus dígitos y que la ligarán eternamente a un adulto. Es la problemática de seguir siendo un vampiro a finales del siglo XX. Lo que quizá no sabía Eli es que se convertiría en uno de los iconos del cine de terror del nuevo milenio gracias, primero, a la mente y la pluma de John Ajvide Lindqvist, que elevaron a Déjame entrar (Låt den rätte komma in, 2004) a la categoría de best-seller; segundo, por su traslación cinematográfica a cargo de Tomas Alfredson estrenada en 2008, todo un fenómeno que enamoró a la crítica y el público. De un título que hace referencia al mito folclórico de que los vampiros no pueden entrar en una habitación sin ser invitados por el anfitrión, salió paradójicamente uno de los hitos del género que, a su vez, supuso un viraje para el propio cine nórdico, hasta entonces reconocible por la labor directoral de los clásicos del circuito de festivales o los referentes de su fructífera historia que a todos se nos vienen a la mente.

 

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Cartel español de Déjame entrar, de Tomas Alfredson

 

La sombra de Eli, ese ser ambiguo que se esconde en la prosa de Lindqvist devenida fémina en el film homónimo, revolotea de forma recurrente en Thelma, la cuarta película de Joachim Trier que hoy llega a las salas españolas. Más allá de las equivalencias que concede su tono e incluso la puesta en cuadro de sendos largometrajes, ambas películas comparten un interés por la definición identitaria en cuyo proceso de metamorfosis y definición se quiebran tabúes y doctrinas. Un diálogo que conecta a dos generaciones de jóvenes –los adolescentes de Déjame entrar con Thelma, que inicia sus cursos universitarios— cuya realidad, cuya concepción vital chocan con crueldad con un presente continuo voraz y poco dado a la comodidad. Por ello, tanto Oskar –el nuevo amigo de Eli— y Thelma buscan ese refugio en el que liberarse, en el que abrazar a su propio yo, dejando atrás su pasado o, incluso, si existe la posibilidad, transformándolo. Un contexto que bien pudiera extrapolarse al momento del cine nórdico, clasificado a principios del siglo XXI como una cinematografía que sufría un cierto estancamiento, sin una identidad excesivamente marcada, más allá de la visión de directores como Roy Andersson o Aki Kaurismäki, y recurriendo casi en exclusiva al momento de la ficción literaria, que generaba sin cesar hitos que colmaban las estanterías de los grandes almacenes.

 

Thelma

 

Por suerte, tras la aparición de Eli y Oskar –y su inolvidable penúltimo capítulo en la escena de la piscina del instituto del segundo, a la que guiña el ojo Joachim Trier en Thelma—, casualidad o no, surgieron varias olas en la ficción escandinava, enriqueciendo el cine de género o aportando nuevos caminos a historias convencionales. En el primer caso, han surgido títulos como Trollhunter –un mockumentary sobre la mitología noruega— de André Ovredal, Rare exports: A Christmas Tale –nueva vuelta de tuerca a la Navidad norteña—, de Jalmari Helander, ambas de 2010, o la taquillera, localmente hablando, Gäten Ragnarok (2013) –que de nuevo alude a seres que tuvieron su génesis en las leyendas patrias—, de Mikkel Brænne. En el segundo, podríamos compilar un sinfín de títulos aportados por el despertar del cine noruego –con especial predilección por el retrato histórico—, el descongelamiento de la industria finesa –que se ha unido en coproducciones con naciones bálticas—, la regularidad de la ficción sueca y danesa –que ya ha alcanzado la esfera catódica—, y, sobre todo, el renacimiento de cinematografía islandesa, que vive el instante más dulce a nivel artístico de su historia en este noble arte. Thelma, de Joachim Trier, es otro eslabón más de esta coyuntura tan rica y matizada dentro del cine de Europa del Norte pero también del enorme interés que éste genera en el público, hipnotizado por esos parajes y personajes que solo parece que existan en lo más recóndito de su memoria. Con o sin experiencia en el cine de estas latitudes, no se la pierdan.

 

Surtsey Films.

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