LA PRIMERA COMUNA HIPPIE DE LA HISTORIA INSPIRA «LA FOTÓGRAFA DE MONTE VERITÁ»

La nueva película de Stefan Jäger toma como base y punto de partida la comunidad de ‘Monte Veritá’, primer proyecto ‘hippie’ de la historia de Europa. Su origen se remonta a 1900 cuando un grupo de burgueses idealistas se instalaron cerca de Ascona, un pueblito de los Alpes suizos cercano al cantón de Tesino. Su historia real es la que da forma al contexto de la película, cuya trama se desarrolla en 1906. En ella aparecen famosos personajes de la época que pasaron por allí a lo largo de las primeras décadas del siglo XX en busca de un espacio de libertad artística, sexual y espiritual.

Ida Hoffman, junto a su pareja Henri Oedenkoven, fue la responsable de comprar el terreno donde se construyó la comunidad que más tarde sería conocida como “monte de la verdad”. Por ella pasaron ilustres nombres de la época como el discípulo de Freud Otto Gross, la bailarina y precursora de la danza moderna Isadora Duncan, el escritor Henri Maria Remarque, entre otros. Herman Hesse quizá sea el más famoso de todos ellos, además de aquel en el que con mayor claridad se puede ver su paso por la comunidad, ya que nada más abandonarla publicó su famosa novela Siddhartha.

El horizonte utópico de la comunidad junto a sus ideales feministas, ecologistas y comunitarios influidos por la “Lebensreform” (reforma de la vida) sirvió de refugio a las mentes más avanzadas de su tiempo, quienes pudieron dar rienda suelta a su crítica a la modernidad. ‘Monte Veritá’ fue un lugar de reflexión perfecto para sus preocupaciones en torno al  avance tecnológico pero no espiritual de un tiempo que se desarrollaba a pasos agigantados. Las fotografías que durante esos primeros años se hicieron son el punto de partida de la película.

 

‘Monte Veritá’ sigue existiendo a día de hoy, aunque ahora funciona como museo, sala de conferencias y hotel. En su forma más revolucionaria estuvo activa hasta los años 20 y su papel como campo de cultivo de ideas tan revolucionarias como las anarquistas o psicoanalíticas fue crucial entre la intelectualidad de su tiempo.

Lo más llamativo de las fotografías que se conservan de aquella época es su gusto por el movimiento y el desenfoque. En una época en la que los retratos familiares estáticos y carentes de movimiento eran los que marcaban la moda, las instantáneas de ‘Monte Veritá’ venían a desafiar un modelo anticuado de fotografía en un tiempo en el que el cine daba sus primeros pasos. Estas fotografías carecen de autoría y resulta imposible determinar quién las realizó. Es por eso que sus autores decidieron introducir a un personaje ficticio como protagonista: Hanna, la fotógrafa de la comunidad.

Pese a ser muy rigurosa con las fechas y nombres que aparecen en la película, el personaje ficticio de Hanna aparece como el núcleo emocional de la cinta. Ella pasa por un proceso de autodescubrimiento muy coherente para una mujer de principios del siglo XX, ahogada por las exigencias sociales y el maltrato de su marido. El ejercicio de ficción que ella supone guarda sentido con lo novedoso de sus fotografías: frente a las erráticas y conservadoras imágenes producidas por los fotógrafos profesionales (casi por entero hombres) que las imágenes más rompedoras de la época sean capturadas por una mujer tiene todo el sentido del mundo. Quizá sea esta también una forma de restituir un poco el legado perdido de tantas mujeres.

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